No es infrecuente que a aquellos a los que nos gusta escudriñar la piedra se nos presenten agradables y curiosas sorpresas, en las que apenas nadie repara, ni siquiera los nativos de los lugares explorados.
Monsanto es una bella población desde cualquier observatorio desde el que se aborde. Posee el encanto de su arquitectura antiquísima y la suficiente tranquilidad para disfrutar de ella, lentamente, dejándose llevar echándose en sus brazos... La recompensa a una atenta e improvisada visita es extraordinaria y el viajero se queda con la sensación de que se ha perdido muchos rincones, así es que la mayoría de la gente que deja atrás este "Monte Santo" (tal vez sea más certero "Sagrado") lo hace con el propósito de retornar a sus calles a la menor oportunidad.
Frecuento Monsanto desde hace algunos años y cuanto más lo recorro, más me queda por conocer y asimilar. Su potencial arqueológico es enorme, casi inabarcable; hacerse una idea de las ubicaciones de las diferentes culturas que por él pasaron, una heroicidad. Hay mucho trabajo de campo por hacer y, muchas veces, desearía poder disponer de dos o tres años para dedicárselos a este lugar tan variopinto y conspicuo. Como esto me resulta imposible hoy por hoy, hay que ser práctico y aprovechar lo que hay desde lo que se es y lo que se puede disfrutar. En eso estoy, también desde hace algunos años, no hay que desaprovechar ni un minuto de tiempo... Al meollo, pues.
En una de mis últimas excursiones a Monsanto, reparé en unas figuras realizadas sobre el musgo añejo del granito (fotografía 1): una especie de flor (fotografía 3), una luna en cuarto creciente (fotografía 2) y unas "ondas" como las que se forman en el agua cuando se lanza alguna piedra a ella, con una oquedad en el centro (fotografía 4).
Así mismo, examiné los otros agujeros (artificiales) en la roca y retiré un tanto los elementos de madera que entorpecían la visión de lo oculto tras ellos.
Observé, además, los peldaños tallados y que aparecen en la parte derecha de las fotografías.
Como lógico (y, a veces, fructífero) recurso, pregunté en la Oficina de Turismo: me dijeron que nunca lo habían visto, literalmente, y me miraron con cara de no entender mi curiosidad al respecto...
Ese pequeño solar que acoge las figuras que son protagonistas en esta Entrada de este blog estuvo, en su día, ocupado por alguna vivienda que, quizás, tuvo un pequeño huerto pegado al a la roca donde alguien grabó “la flor”, la Luna y los “círculos” concéntricos.
Por otro lado, los huecos en la pared vertical podrían haber servido de apoyo a vigas de madera para uso indeterminado. Ésta es la lectura más “lógica”. Sin embargo, no está del todo claro que sea, también, la interpretación correcta, y aparece el "Sí, pero no, aunque…"
Efectivamente. ¿Y si alguno de los rebajes tallados en el granito fue hecho para albergar algo muy distinto a una viga, como hornacina, por ejemplo? No, no es ningún disparate. De hecho, se ha comprobado que muchos hogares poseían espacios de culto, altares, unos lustrosos, otros mucho más modestos: tener a mano a Dios (a los dioses), un lugar donde agradecer favores y solicitarlos debió ser muy común.
Sinceramente, creo que hay que tener muy presente esta otra posibilidad junto a la otra, la funcional y más mundana.
¿Y por cuál me decanto yo?: por ninguna de las dos; a falta de más datos, lo lógico es no descartar ninguna.
Otro aspecto importante: la cronología, ¿cuándo pudieron hacerse esos grabados?. Difícil de concretar, ciertamente. Si hubiesen sido realizados sobre el lienzo de granito, tal vez sería más fácil aseverar. Pero no es el caso. Las figuras se realizaron sobre el musgo. ¿Y cuanto tarda en formarse/deshacerse una capa de musgo? Depende de muchos factores, pero, en todo caso, más tiempo del que a priori parece. He observado cruciformes sobre musgo/liquen (probablemente, con la intención de cristianizar lo pagano) muy antiguos. Estoy hablando de medio milenio, y a veces más atrás. Los motivos advertidos en este caso que tratamos de Monsanto (“flor”, Luna vertical en cuarto creciente y “círculos” concéntricos) son peculiares, no hablamos de corazones, ni de declaraciones de amor, ni de vulgares escenas eróticas que todos hemos visto decenas de veces, no: los motivos (repito) parecen ser más “trascendentes”… Esto me lleva a pensar en una autoría refinada en su simbología e intención, y no me extrañaría para nada que nos halláramos antes una obra secular.
Antes de poner el punto final, y para que nadie se llame a engaño, quiero dejar constancia por escrito de unas reflexiones en voz alta: quiero señalar que no me parece inteligente ningún dogmatismo (ni el academicista ni su contrario), que ninguna puerta debe cerrarse definitivamente de ningún lado, que deben contemplarse todas las hipótesis de trabajo, y que los hechos demuestran una y otra vez que todo está en movimiento y que nos debemos subir a él para entender mejor y poder seguir su ritmo. Esta argumentación me parece válida para cualquier aspecto de la vida y, por consecuencia, también para la Arqueología. Y es que más de una vez comprobamos que lo que ayer era incuestionable hoy ya no es doctrina, que le doy muchísima más importancia a disfrutar que a descubrir, y que, aunque siempre habrá voceros que traten de imponer sus mentiras y cortar las alas de los díscolos, yo prefiero la libertad en todo y a ella me debo, aunque esto último parezca un contrasentido en sí mismo, que no lo es.
SUGERENCIA: He visto estas fotografías decenas de veces y hasta ahora no lo he descubierto… Pero será más divertido que lo veáis vosotros mismos: mirad la fotografía 1, entre la “flor” y los círculos concéntricos.
Fotografía 1. Conjunto
Fotografía 2. Luna
Fotografía 3. Flor
Fotografía 4. Círculos u ondas
Fotografía 5. Toma general frontal
Fotografía 6. Toma general lateral
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